Posición I  

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Las manos se tienen juntas, poniendo los dedos extendidos, tocando una palma con la otra en dirección un poco diagonal; y el dedo pulgar de la mano derecha, sobre el de la izquierda, formando una cruz.

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Se colocan en esta forma siempre que se acompaña al sacerdote en cualquier ceremonia litúrgica. También se colocan de esa manera siempre que no están ocupadas en algún servicio durante el transcurso de la Misa; y también cuando se va en procesión.

Evitarás siempre tener las manos juntas tan arriba que con ellas te toques la boca o el mentón. También se ha de evitar ponerlas por debajo de la cintura o tener los dedos inclinados en dirección hacia el suelo. Los dedos tampoco deben estar encogidos sino siempre rectos. Nunca debes poner las manos en los bolsillos ni llevarlas en la espalda.

Al estar de pie estarás recto y con los pies juntos. No inclines el cuerpo ni a la derecha ni a la izquierda, ni te apoyes en la pared.

Tendrás la cabeza siempre recta, y no inclinada a uno de los lados.

Tu atención debe estar puesta en la celebración litúrgica, en las acciones del sacerdote y en lo que te corresponde hacer como monaguillo. Por eso trata siempre de evitar distraerte mirando a otra parte.

Cuando estés de rodillas, cuida que tu cuerpo se mantenga erguido, es decir, no estés encorvado.

Al estar sentado apoyarás tus manos extendidas y planas, un poco más arriba de las rodillas. Tendrás las piernas juntas, y los pies en posición natural tocando el suelo.

Tendrás que evitar siempre:

  • Recostarte en el respaldo del banco, como si tuvieras pereza.
  • Poner un pie sobre otro, o una pierna sobre la otra.
  • Dejar colgar los brazos.
  • Tener las manos colgando cuando estés arrodillado, o metidas en los bolsillos.
  • Al ir de una a otra parte, lo harás con paso moderado y solemne, sin correr ni precipitarte.
  • Al andar por la iglesia lo harás con solemnidad, con las manos juntas, como ya se dijo.

Oraciones  

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Oraciones del Monaguillo mientras se reviste con los ornamentos

 

Cum lavat manus, dicat:

Mientras se lava las manos dice:

  • Da, Domine, virtutem manibus meis ad abstergendam omnem maculam; ut sine pollutione mentis et corporis valeam tibi servire.
  • Señor, dale fortaleza a mis manos para limpiarlas de toda mancha, así pueda yo servirte con pureza de mente y cuerpo.

Ad Albam, dum ea induitur:

Mientras se pone el alba:

  • Dealba me, Domine, et munda cor meum; ut, in sanguine Agni dealbatus, gaudiis perfruar sempiternis.
  • Purifícame, Señor, y limpia mi corazón para que, purificado por la Sangre del Cordero, pueda yo gozar de la felicidad eterna.

Ad Cingulum, dum se cingit:

Mientras se ciñe el cíngulo:

  • Praecinge me, Domine, cingulo puritatis, et extingue in lumbis meis humorem libidinis; ut maneat in me virtus continentiae et castitatis.
  • Señor, cíñeme con el cíngulo de la pureza y extingue mis carnales deseos, para que permanezcan en mí la continencia y la castidad.

Preparación  

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Jesus Rezando

Cosas que el monaguillo debe tener siempre en cuenta

1. El respeto a la santidad del templo y a la majestad del Señor que mora en él se muestra al entrar y salir del mismo, y en las actitudes que se guardan mientras se está en la iglesia.

2. Al entrar en la iglesia harás la señal de la Cruz con agua bendita. Entrarás atento y formal, sin correr ni precipitarte.

3. Una vez dentro de la iglesia te arrodillarás algún ratito y rezarás algún Padrenuestro (en latín: Pater Noster) o alguna otra oración de tu devoción.

4. El ministerio empieza a la puerta de la sacristía, que es la antesala de la iglesia. Por lo tanto, hay que guardar silencio. Sólo puedes hablar lo indispensable, y aún en voz baja.

5. Procura llegar siempre temprano, unos veinte minutos antes de que empiece la celebración, con el fin de que puedas revestirte tranquilamente y tengas tiempo aún para recogerte y rezar.

6. Al entrar en la sacristía saludarás a los presentes.

7. Te lavarás las manos antes de preparar las cosas para la Misa.

8. Cuando te hayas revestido tus ornamentos, aguarda en silencio, colócate algunos pasos delante del sacerdote. En algunas iglesias se conserva la antigua costumbre de santiguarse con agua bendita antes de salir de la sacristía para comenzar la Misa. En tal caso, tomarás agua con los dedos índice y medio de la mano derecha y la ofrecerás a quien esté detrás de ti, para que, a su vez, lo haga con el siguiente. Y así hasta que el agua bendita llegue al Sacerdote.

9. Breve oración que puede decirse antes de la Santa Misa:

Yo quiero asistir a la Misa y recibir el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, para alabanza de Dios Omnipotente y de toda la Iglesia triunfante, para utilidad mía y de toda la Iglesia militante, y en sufragio de la Iglesia Purgante, así como por la Iglesia Romana, y por todos los que se han encomendado a mis oraciones”.

O bien esta otra más breve:

María, nuestra Madre del Cielo, prepara nuestro corazón para servir con devoción al Señor, en la mesa del Altar”.

10. Terminada la oración, junto con el sacerdote, se hace una inclinación mediana hacia la cruz de la sacristía. Luego, cuando el sacerdote lo indica, todos se dirigen hacia el interior de la iglesia para comenzar la Misa.

Discípulos del Señor II  

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4) Representante del Pueblo

Pero aún hay más que decir acerca de tan elevado ministerio. Ciertamente habrás oído decir que la liturgia es la oración de la comunidad, que el santo Sacrificio de la Misa es el Sacrificio de la comunidad. El sacerdote no ofrece él solo las sagradas especies al Cielo. También todos los cristianos que están presentes lo hacen junto con el sacerdote. Pero de la misma manera que en el teatro todos los actores actúan pero cada cual tiene un papel distinto, lo mismo sucede en la liturgia. El sacerdote desempeña el papel principal. Pero también el monaguillo tiene uno de los papeles más importantes. Tiene el privilegio de llevar el sagrado libro de los Evangelios en el que está escrita la Palabra de Dios. Puede presentar delante del Altar, en nombre de toda la comunidad, el vino para el sacrificio. Puede llamar la atención con la campanilla a todo el pueblo para que esté atento y recogido. Y si alguna vez en una sencilla Misa no hay quizá nadie presente, entonces él no solamente representa a aquella comunidad que en aquel momento no está allí presente sino a toda la Iglesia, y en nombre de ella dice amén, dice y con tu espíritu (en latín: et cum spiritu tuo). El monaguillo es realmente el representante del Pueblo.

 

5) Dedicado al Señor

Ahora ya entiendes por qué la Iglesia en todos los tiempos ha considerado el oficio de los monaguillos como cosa muy seria e importante, sobre todo en los tiempos más antiguos de la Iglesia.

En aquel tiempo los niños no podían aún ser acólitos. Para este servicio el obispo elegía a menudo a algunos jóvenes de entre toda la comunidad. Con preferencia escogía a aquellos que valerosamente habían dado pruebas de su fe; jóvenes confesores que por seguir a Jesucristo habían perdido su ubicación social o sus bienes o habían sido encarcelados y torturados; aquellos, asimismo, que en la vida pública se habían acreditado como representantes del pueblo cristiano y compañeros de lucha de San Miguel y su ángeles. De la misma manera, todo monaguillo ha recibido una consagración antes de poder acercarse a servir al Altar: la categoría que nos confiere la gracia santificante y que hemos recibido en el bautismo, sin el cual no puede haber ningún grado de santidad. “El que ha sido bautizado, ha sido vestido de Nuestro Señor Jesucristo.” Desde entonces Jesús vive en nuestras almas y nuestro cuerpo es su templo, se ha convertido en su sagrada mansión. Ahora bien, Jesucristo es el único y verdadero Sumo Sacerdote. El alma en la que Él habita desde el bautismo es también, en cierto modo, sacerdotal. Así es cómo nosotros, en la liturgia, podemos adorar al Padre celestial juntamente con Jesucristo y ofrecerle el Sacrificio de la Misa. Ahora ya entiendes por qué, en la sagrada liturgia, el monaguillo lleva vestiduras blancas. Esto debe recordarle siempre: en el bautismo yo me vestí de Jesucristo. Jesús, el Sumo Sacerdote, vive en mí. Yo he venido a ser interiormente una misma cosa con Él. Con Él puedo yo ofrecer el augusto Sacrificio. Y ahora también entiendes que para el monaguillo no hay nada tan importante como permanecer siempre en gracia de Dios, a fin de que pueda, como el sacerdote al que ayuda, adorar a Dios, ofrecer el Sacrificio de la Misa y comulgar.